No mirar mucho más allá. Falta de previsión. Poca anchura de miras. Salvar los trastos. Terminar el día. Mirar los resultados de la última encuesta. Tomar medidas para las próximas elecciones. Gastar un dinero que no tienes.
Cualquiera de estas acciones definen buena parte de la actividad humana en este bien entrado ya siglo XXI.
Actuar con la única intención de conseguir un rédito casi inmediato. Un beneficio personal, político o profesional que se pueda ver a la vuelta de la esquina.
Hacer cosas sin esperas, buscar recompensas y reconocimientos antes que otros.
Si nos ceñimos por ejemplo al ámbito empresarial, hay como una definición bastante esclarecedora: el cortoplacismo es el método de decisión empresarial que prima la consecución de objetivos cuantificables en el ejercicio actual, sacrificando a cambio otras acciones que contribuyen a la capacidad futura de la empresa, principalmente despreciando proyectos e iniciativas con valor actual neto positivo.
Podemos reflexionar sobre una idea. Los seres humanos no siempre hemos tenido la capacidad de pensar en abstracto sobre el futuro. Hablar de que no siempre hemos tenido la capacidad de viajar en el tiempo con nuestro pensamiento.
Ahora podemos sentarnos y pensar en nuestro pasado, transportarnos a momentos vividos, y también al futuro. Nos podemos ver a nosotros mismos en distintas situaciones, viendo cómo podría evolucionar nuestra vida dentro de varios años.
Ahora podemos vivir totalmente en el momento, absortos en la música, por ejemplo, o podemos viajar mentalmente en el tiempo para imaginar situaciones del pasado o el futuro.
Algunos investigadores afirman que esta posibilidad de viajar en el tiempo con la mente es una adaptación vital que no siempre hemos tenido y que ha conducido al éxito de nuestra especie.
Pese a nuestra facultad mental de mirar y planificar mas allá, tenemos una debilidad en nuestra forma de pensar que se llama “sesgo del presente”, que favorece las ventajas a corto plazo por encima de las recompensas a largo plazo.
Veo más de lo primero que de lo segundo. Me preocupa que nuestro poder para destruirnos esté ganando la batalla a nuestra sabiduría y visión de futuro.
¿Cómo se pueden cambiar las suficientes mentes para dar prioridad a la visión a largo plazo cuando tantas presiones del día a día nos empujan hacia el cortoplacismo?
Puedes elaborar argumentos filosóficos y basados en pruebas a favor de la protección de nuestra especie y de las generaciones futuras. Pero tristemente, los seres humanos no somos racionales. No es tan sencillo.
No quiero dar una sensación pesimista ni derrotista sobre la condición humana y su cortoplacismo, pero quizás deberíamos empezar a sugerir, incluso a forzar, a nuestros políticos a establecer grandes pactos y líneas de trabajo, de inversión y de presupuesto para largos plazos, para nuestros hijos y nietos. Propuestas que se salgan del tiesto de las encuestas de las próximas elecciones.
A nosotros, a los ciudadanos de a pié, no nos debería doler la cartera cuando se nos diga que parte de nuestros impuestos los disfrutarán generaciones venideras, que nosotros no veremos resultados sobre ese dinero.
¿Nos quedamos en el cortoplacismo? ¿Cómo lo ves tú?
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